Wednesday, January 17, 2007


González Iñárritu habla del último capítulo de su trilogía
Perdidos en “Babel”
El 18 de enero se estrena en Chile la nueva cinta del director de “Amores perros” y “21 gramos”. Nominada a siete Globos de Oro y nombre fijo para los Oscar, acá el creador de este drama coral de proporciones bíblicas explica por qué eligió a Brad Pitt para protagonizar su locura más grande.
Nación Domingo

Por Franco Fasola / Emilio Leighton

En un desértico paraje marroquí, un pastor de ovejas compra un rifle y se lo da a sus hijos, Yussef y Ahmed, para que protejan el rebaño de los chacales. Los niños quieren probar el alcance del arma y juegan a apuntar hacia un bus de turistas que recorre un lejano sendero. En una casa de California, Amelia, una nana mexicana (Adriana Barraza), cuida a los hijos de una pareja que precisamente viaja en ese bus por Marruecos.
Sin permiso de los padres y luego de escuchar a su sobrino Santiago (Gael García Bernal), la mujer decide llevar a los niños al matrimonio de su hijo, por celebrarse en Tijuana. En Marruecos, la pareja de turistas norteamericanos Richard y Susan (Brad Pitt y Cate Blanchett) viajan algo peleados y distanciados por el desierto. Susan, con los ojos perdidos a través del vidrio del bus, recibe un balazo loco en el hombro.
Al otro lado del mundo, una adolescente sordomuda llamada Chieko pierde el control y hace que su equipo sea derrotado en un partido de volleyball en Tokio. Luego de discutir con su padre, en un restaurante se quita los calzones y muestra su vagina a los jóvenes de la mesa contigua. Hace poco tiempo que su padre dejó de viajar al desierto marroquí para cazar y su madre suicida ya no está.
El rifle. Una arma regalada por un japonés a un humilde guía en el desierto marroquí. Un pequeño y agradecido acto que desencadena un tsunami. El efecto mariposa. La estúpida incomunicación de las criaturas más avanzadas del reino animal.
Un juego de niños que se convierte en incidente internacional. La noticia vuela por radio y televisión. Terroristas musulmanes han asesinado a una turista norteamericana. Una inmigrante ilegal mexicana ha secuestrado a unos niños estadounidenses. Un japonés es buscado por la policía por tráfico de armas.

MIL LENGUAS INÚTILES
“Babel”, la última película de “el negro” Alejandro Gonzalez Iñárritu, es una patada en los testículos a la conciencia globalizada incapaz de dialogar, igual que la maldición bíblica de la Torre de Babel, la famosa construcción mencionada en el Génesis, con la cual los hombres querían llegar al cielo. Pero Yahveh hizo que los creadores comenzasen a hablar diferentes lenguas; luego, reinó la confusión y el caos.
González Iñárritu es un mexicano de 43 años que comenzó hace 20 su carrera en el mundo del espectáculo, trabajando como DJ en una radio donde tenía un programa de música de tres horas. Luego de años tratando de acercarse al mundo del cine, hizo su debut con las historias paralelas que unen lo que aparentemente no lo está. “Amores perros” y “21 gramos”, impresionantes ensayos con un gran telón de fondo: humanos esclavos de sus circunstancias, sometidos hasta el paroxismo a la teoría de la causalidad, al dolor, al libre albedrío y a los vacíos morales.
Ganador con “Babel” de la última versión del Festival de Cannes como mejor director, ahora González Iñárritu posa en alfombras rojas junto a Brad Pitt y Cate Blanchett, e intenta explicar lo que muchas veces parece inexplicable. El escritor Carlos Fuentes, que estuvo junto a Iñárritu en España presentando un libro, trata de ayudar un poco. Luego de ver “Babel”, Fuentes alega: “Salí con la impresión de que habíamos visto la gran película de la globalización, algo que nadie había hecho”.
La tarea parecía imposible. Un director intentando dirigir cuatro historias paralelas en tres continentes: en la frontera de México y Estados Unidos, Japón y Marruecos. Un elenco que sólo se conoció sobre la alfombra roja. Una cinta con más de dos mil cortes, filmada en formatos diferentes. Marruecos, en 16 milímetros; México, en 35; Japón, con lente anamórfico.
La vorágine la cierra la música del argentino Gustavo Santaolalla, quien no permitió grietas en esta historia que parecía desbordarse. La sinfonía quedaba sellada con el oud, un instrumento africano de cuerdas, que transitaba a una guitarra flamenca, a las rancheras mexicanas y al poderoso koto japonés.
Seis formas de comunicación diferentes rondaban la cabeza de Iñárritu durante la filmación: lenguaje de signos, el bereber, árabe, inglés, español y japonés. “Dirigir actores siempre es difícil. Dirigir actores en otro idioma que no es el tuyo es más difícil; pero dirigir ‘no actores’ en un lenguaje que no entiendes ni hablas, es una locura. La locura más grande que he hecho en mi vida ha sido meterme en ‘Babel’. La verdad es que esta película ha sido la idea más irresponsable que he tenido, pero también la más gratificante”, cuenta a LCD.

BARRERAS METAFÍSICAS
“Es la misma historia que conté en ‘Amores perros’ y ‘21 gramos’. Todas tratan de las barreras, pero no las físicas, sino las que están dentro de nosotros, que son las más peligrosas porque nos impiden tener la capacidad de escuchar a los otros, de hacernos oír a nosotros mismos”.
Alejandro González ya no está posando ante las cámaras ni recibiendo elogios por “Babel”. Está sentado en un locutorio de una radio. Conduce un programa que escuchan en toda Ciudad de México. La odisea radial se transforma en plataforma para hacerse cargo de la producción publicitaria de Televisa, la cadena de televisión más grande de México. En el intertanto crea su propia casa de producción cinamatográfica, Zeta Films, y luego viaja, en 1992, a Estados Unidos a estudiar dirección de cine en Maine, junto a Ludwig Margules, y en Los Ángeles con Judith Weston.
“El haber salido de México me dio la oportunidad de arriesgar mi vida de confort, de ser vulnerable. Esa conciencia de inmigrante te genera muchas ansiedades, te dispara muchas preguntas, y me ha dado una gran perspectiva de mi país y de mí”, cuenta.
Brad Pitt llora de impotencia ante un teléfono, completamente desolado e incomunicado en un hospital de Marruecos. Su esposa está siendo salvada de la muerte y la prensa internacional espera la carroña. Sus hijos están perdidos en la tenebrosa frontera mexicano-estadounidense.
Muchos de sus compañeros incluso postulan a Pitt al Oscar por su actuación, en la que se transformó en un demacrado y desesperado marido. Irreconocible para millones de fans que adoran sus pectorales y cara de niño grande. Iñárritu explica que eligió a Pitt para el papel porque “me gustaba la situación extrema de colocar a una celebridad así en un papel más dentro de una película coral. Es tan carismático... tiene el poder de las estrellas. Es un símbolo de la sociedad estadounidense, y pensé que tenía sentido colocarlo como un ser humano”.
Pero en “Babel” también están las potentes actuaciones de sus compatriotas Gael García Bernal y Adriana Barraza, sobrino y tía, respectivamente, que terminan escapando de la policía fronteriza norteamericana con los dos pequeños hijos de Pitt.
El vuelo de una mariposa en Perú puede provocar un maremoto en Japón. El mérito, al igual que en “Amores perros” y “21 gramos”, es de la dupla de González Iñárritu con el escritor y guionista Guillermo Arriaga, con quien trabajó por última vez en “Babel”.
“Para mí, el único método para entender la realidad de alguien es entender las realidades paralelas que han estado coexistiendo con la realidad de esa persona. La única manera de entender a un narcotraficante colombiano es encontrar cuáles son las realidades que definen a esa persona y qué ha ocurrido en su vida para llevarle a hacer lo que hace”.
“El negro” Iñárritu sube y baja de aviones tratando de explicar lo inexplicable. Ya no está en el locutorio contando historias. Ahora es la vedette latina de Hollywood, y la luz roja de la caseta se prende para hablarle en todas las lenguas al ser humano.

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