Wednesday, July 27, 2005

A 25 años de su muerte, el cadáver de Hitch aún respira
La angustia de Alfred
Sugerir, no mostrar. Asesinos idealistas. Sueños filmados. Ambigüedad. Adulterio, crimen, psicopatologías, humor siniestro. El repertorio de Alfred Hitchcock es inabarcable. En sus más de 50 obras, el padre del suspenso tiró todas sus trancas a la parrilla. Glotón, alcohólico compulsivo y obseso sexual, murió diciendo: “Seré lo que Churchill dijo de Hitler: un misterio dentro de otro misterio”.
Nacion Domingo
Franco Fasola
“Hay algo más importante que la lógica: la imaginación”, Alfred Hitchcock
Londres, comienzos del siglo XX. Un niño pequeño y regordete llega con una carta a una comisaría. Minutos antes, su padre -un rico industrial católico- le había ordenado presentarse con el documento en aquel lugar. En la estación de policía, el comisario lee el papel y encierra al gordito tras las rejas.
-Esto es lo que hacemos con los niños malos-, le advirtió antes de sacar de la celda a un asustado Alfred.
Sesenta años después, esta escena -contada por Hitchcock a François Truffaut- abrió las puertas de la mansión siniestra del cineasta inglés. La pantalla se tiñe roja. En vez de pájaros asesinos, aparecen el mal, la culpa, el pecado, el castigo, la inocencia, el arrepentimiento y el cargo de conciencia que cruzaron irremediablemente toda su filmografía.
“Muy joven me internaron en una institución de los jesuitas, el Colegio de San Ignacio. Probablemente, durante mi estancia allí, el miedo se fortaleció en mí. Miedo moral a ser asociado a todo lo que estaba mal”.
Allí, entre los pilares de la vigilancia jesuita, y bajo el yugo de su estricto y católico padre, se incubó todo. La capacidad de hacer misterio a partir de un vaso de leche, (Sospecha, 1941); o de llevar al paroxismo la represión sexual de un hombre ansioso por convertir a una mujer en su amante muerta (Vértigo, 1958).
PANTALLA SANGRIENTA
Fin del período de estricta educación católica y de la cercana relación que mantuvo con su madre en la adolescencia. Alfred, el tercer hijo de William y Emma, dejaba atrás sus solitarios juegos infantiles (sus hermanos eran mucho mayores que él); y Emma, ya no sería más su confidente nocturna y espanta-cucos. Ahora Hitchcock tiene 25 años. Ha estudiado ingeniería y trabajado rotulando películas mudas para una productora en Inglaterra. Es la época en que Alfred dirige su primer filme, El jardín de la alegría (1925), y además en la que pierde su virginidad, luego de casarse con una ayudante de dirección, Alma Reville, con quien tuvo su única hija.
La crítica lo enchapa como “un joven con cerebro de maestro”. Luego del éxito de El jardín…, filma la historia de un hombre acusado de asesinato (El enemigo de las rubias). Hitchcock está listo para sacar de su sombrero mágico todas las pulsiones acumuladas en su vida. Llega la década del cuarenta. Hollywood, caía a sus pies y las teorías psicoanalíticas de Freud y Jung hacían nata en la mente yankee.
El gordo Hitch ya tenía claro que su plus cinematográfico consistía en narrar en imágenes. Nada de diálogos recargados. Solo placebos informativos para obligar al espectador a aferrarse a la butaca. Una imagen, la posición de la cámara o un sonido desconcertante. Esta es la fórmula Hitch para el suspense: “tres personas están sentadas en una mesa; bajo la mesa hay una bomba; los tres personajes lo ignoran y el público también. Cuando la bomba estalla, interviene el elemento sorpresa. Lo que pasa en mi película es lo siguiente: los tres personajes tienen la bomba bajo su mesa; ellos lo ignoran pero el público está al tanto y querría avisar a los personajes que están apunto de saltar por los aires. Mi habilidad consiste en dosificar esta espera, que no debe ser demasiado larga ni demasiado corta, y debe ser seguida por un período de distensión”.
EL BUENO DE ALFRED
El prototipo se convertiría en leyenda en la famosa escena de la ducha, en Psicosis (1960); una película casi en un cincuenta por ciento muda. Hitchcock, quien se ufanaba de haber dirigido al espectador antes que a los actores de Psicosis, se dedicó durante siete días -colocando la cámara en 70 posiciones distintas- a filmar 40 segundos de su fórmula pura. Basada en la novela del desconocido Robert Bloch, la historia de Norman Bates (Anthony Perkins), un sicópata con personalidad múltiple que guarda disecado el cadáver de su madre, partió en dos la historia del cine.
“Mi principal satisfacción es que la película ha actuado sobre el público y es lo que más me interesaba. En Psicosis el argumento me importa poco, los personajes me importan poco; lo que me importa es que la unión de los trozos del film, la fotografía, la banda sonora y todo lo que es puramente técnico podían hacer gritar al público”, comentaba flemático.
François Truffaut, quien en 1965 conversó más de cincuenta horas con Sir Alfred para escribir El cine según Hitchcock, comprobó “el contraste existente entre el hombre público, seguro de sí mismo, deliberadamente cínico, y la que parecía ser su verdadera naturaleza: la de un hombre vulnerable, sensible y emotivo, que siente profunda y físicamente las sensaciones que desea comunicar a su público”.
OJO SINIESTRO
En Hollywood nacieron los mayores éxitos de Hitchcock. Rebeca (1940), La sombra de una duda y Náufragos (1943), La soga (1948), Con la muerte en los talones (1959), Psicosis, Vértigo o Los pájaros (1963). En esa época, Cary Grant, Ingrid Bergman, Gregory Peck, James Stewart, Janet Leigh, Kim Novak y Grace Kelly desfilaron frente al lente de Alfred.
La combinación rubia-galán-banda sonora, comenzó a surtir efecto. Pero la obsesiva relación con las mujeres de sus películas era cada vez más freak. “¿Por qué razón elijo actrices rubias y sofisticadas? Buscamos mujeres de mundo, verdaderas damas que se transformarán en prostitutas en el dormitorio”.
En Vértigo, por ejemplo, Hitch cuenta que todos los esfuerzos de James Stewart para recrear a la mujer muerta a la que amaba, fueron presentados cinematográficamente como si Stewart “intentara desnudarla en lugar de vestirla. Y la escena que más me interesa es cuando la muchacha vuelve después de haberse teñido de rubia. Scottie (Stewart), no está completamente satisfecho, por qué no se ha peinado el cabello formando un moño ¿Qué quiere decir esto? Quiere decir que está casi desnuda ante él, pero todavía se niega a quitarse la braguita. Entonces él se muestra suplicante y ella dice ‘está bien, de acuerdo’, y vuelve al cuarto de baño. James Stewart espera. Espera que ella vuelva desnuda esta vez, dispuesta para el amor”.
La carrera cinematográfica de Hitchcock ha sido aclamada y odiada. Inspirador de muchos directores y fundador de una forma de hacer cine, el gordo y angustiado Alfred nunca recibió el Oscar al mejor director. El 29 de abril de 1980, ese niño asustado en una celda del lúgubre Londres, se despedía. A los 80 años, en Los Angeles, quería seguir atrapando pesadillas y se preparaba para filmar The short night. Pero la noche sería muy corta. Y mamá ya no estaba para espantar sueños. LND
ESA EXTRAÑA INFLUENCIA
“Un tipo en primer plano. Vamos a ver lo que está viendo. Supongamos que ve a una mujer con un bebé en los brazos. Ahora cortamos y recogemos su reacción ante lo que ve: él sonríe. ¿Cómo es el personaje? Es un hombre agradable, simpático… Ahora vamos a colocar un plano de una chica en bikini. Él mira. La chica en bikini. Él sonríe… ¿Qué nos parece ahora? Un viejo verde. Ya no es el mismo caballero a quien le gustaban los bebés. Ése es, para mí, el poder del cine”. En tiempos en que las técnicas cinematográficas se improvisaban, el estilo Hitchcock marcó escuela. Entre los más célebres seguidores de su Biblia están Akira Kurosawa, Orson Welles, Ingmar Bergman, Quentin Tarantino, Brian De Palma, Alejandro Amenábar y gran parte del cine de autor norteamericano.
El denominado Mc Guffin- excusa narrativa que sólo le importa a los personajes-, utilizado por Hitchcock ha sido adaptado por nombres como Quentin Tarantino. En Pulp Fiction, nunca se sabe qué hay dentro del portafolio que lleva Vincent Vega (John Travolta) a Marcellus Wallace. Está allí, es clave en la historia, pero a nadie le importa. Otro de sus legados fue la reinvención del denominado plano secuencia, en el que todas las imágenes parecieran estar grabadas sin cortes. Aunque no lo inventó como recurso, en La soga quedó claro como debía utilizarse a la perfección. Las bandas sonoras de Hitch siempre se transformaron en un punto aparte de su trabajo. Las mayores innovaciones de la música para películas, fueron cuando hizo dupla con el compositor Bernard Herrmann. Quien hiciera las encrispantes partituras de Psicosis, Vértigo, Los pájaros para Hitchcock, y luego Taxi Driver para Martin Scorsese, trabajó en nueve de las películas de Sir Alfred. Otros que sucumbieron al efecto Hitch, fueron la banda Faith No More. En el video clip Last cup of sorrow, de su Album of the Year (1997), homenajearon al inglés haciendo una adaptación de Vértigo en la que Mike Patton era el atormentado detective Scottie Ferguson.
LOS TÍTERES
“Nunca dije que los actores fueran ganado. Lo que declaré es que deberían ser tratados como ganado. Cuando un actor viene a decirme que quiere discutir su personaje, le contesto ‘Está en el guión’. Si me pregunta ‘¿Cuál es mi motivación?’, simplemente le respondo ‘Tu sueldo’”.
Hitchcock nunca fue un caramelo para los actores que trabajaron con él. Pese a su rudeza en el trato, tuvo muchos intérpretes fetiches en su filmografía. Incluso, para elegir a las mujeres que calzaban en su lente, tenía un criterio muy particular: rubias, esbeltas y refinadamente frías.
“No me gustan las mujeres a las que se les lee en la cara que son como el símbolo del sexo, y que parece que lo llevan como letrero. Siempre he sostenido que una mujer delgada puede ser mucho más sexy que otra con dos sandías delante. Creo que la sensualidad de una mujer hay que descubrirla solo mirándola. Sí, me gusta el tipo de rubia fría. Frialdad aparente, porque en el momento en que se ponen en acción todas las barreras se rompen. Es el tipo de mujer inglesa. Todas parecen profesoras, pero dentro de un taxi, te pueden destrozar”.
Grace Kelly, la esposa del príncipe Rainero de Mónaco, cumplía con el arquetipo y trabajó en Crimen perfecto, La ventana indiscreta y Atrapa a un ladrón. Otra que obsesionó a Hitchcock fue Kim Novak, protagonista de Vértigo y con quien nunca tuvo buenas relaciones. Tippi Hedren (Los pájaros) era una desconocida antes que Hitch la convirtiera en musa. Madeleine Carroll, Joan Fontaine, Vera Miles, Janet Leigh, e Ingrid Bergman completaron su lista de rubias frías y hermosas.

Domingo 1 de agosto de 2004
La senda de Rodrigo Orias, el asesino de la Catedral
Por un demonio
Una serie de pequeños acontecimientos, aparentemente aislados, se unieron el sábado 24 de julio para crear un espeluznante cuento de terror y manchar de sangre el sagrado suelo de la Catedral de Santiago. ¿Quién barajó las cartas del azar?
Nacion Domingo

Por Franco Fasola

“Sé que todos los demonios nos abandonarán, si se hace correr la sangre suficiente”. De la ópera Elektra, de Richard Strauss.

A las cinco y media de la tarde del sábado 24 de julio, el sacerdote Faustino Gazziero no podía imaginar que, minutos más tarde, su vida terminaría degollado igual que la del Apóstol Santiago al cual dedicaba la misa que recién partía. Poco antes, después de dirigir cuatro oficios en el Cementerio Católico, Gazziero preparó la homilía para los fieles de la Catedral, tal como hacía todos los sábados a esa hora.

“Feliz aquel servidor a quien su señor, al llegar, encuentre ocupado en este trabajo. Les aseguro que lo hará administrador de todos sus bienes”, dijo casi al finalizar la ceremonia y concluyó “pueden ir en la paz del Señor”. En uno de los confesionarios Rodrio Orias Gallardo, de 25 años, esperaba con una daga de 14 centímetros oculta entre su ropa.

Gazziero bajó del altar y se encaminó hacia la sacristía. “¡Por Satán!” gritó Orias y se abalanzó sobre el cuello del religioso. El micrófono que aún llevaba puesto en su solapa amplificó el alarido de terror del párroco. El ángel de la muerte venía por él.

Rápidamente un charco de sangre comenzó a expandirse en el piso. Orias reía y untó el líquido por su cara. Sus ropas negras se tiñeron de rojo. Luego, traspasó su propia tráquea con la afilada hoja. El rito del sacrificio estaba cumplido. Tal y como había imaginado en su natal Coyhaique.

El 9 de julio pasado ‘El Respi’ como le decían sus amigos, comenzó a cumplir los llamados que le hacía Glenn Benton , vocalísta de “Deicide” (muerte de Dios, en latín), su banda de Black Metal preferida.

Ese día, Rodrigo estaba junto a su familia en la Calle Guacolda # 171, de la población Michay en el sector alto de la austral ciudad. ‘El Respi’ estaba intranquilo. Se paró y se sentó tres veces de la mesa. Luego anunció que viajaría a Santiago, pero antes pasó a ver a Cristián, uno de sus amigos. Él no estaba en su casa, pero a la madre le contó que se iba para cumplir una “misión”. “Mi dios me llama”, le dijo.

No se conoce su itinerario exacto, sólo se sabe que no tenía más de treinta mil pesos en el bolsillo -que le habían quedado tras pasarle la mitad de la devolución de impuestos a su familia- y que cuatro días después, el martes 13 de julio, Rodrigo Orias abordó el bus de la empresa ‘Turis Sur’, desde el terminal Collao de Concepción con destino a la capital.

VIAJE AL INFIERNO

El jueves 15, ‘El Respi’ ya estaba en Santiago. En nueve días más, cumpliría su última misión en la vida, según pensaba. Luego de leer un aviso en la prensa, Orias encontró una habitación en una vieja casona - ubicada en la calle García Reyes- donde podía quedarse. Al dueño le dijo que venía a probar suerte, a buscar trabajo y que no sabía cuanto tiempo estaría en ese lugar. Arrendó la pieza cinco, luego de pagar los 38 mil pesos del alquiler.

Según sus vecinos, se levantaba temprano y salía con rumbo desconocido, regresando sólo en la noche. Nadie compartió mucho con él. Rodrigo era de pocas palabras. “Vestía normal y su pelo largo siempre estaba tomado en un moño”, aseguran los vecinos.

Hay tres hechos que dieron nuevas pistas de los pasos de ‘El Respi’ en Santiago. Según las investigaciones que se realizan para aclarar el delito, Orias pasó varias veces por la Catedral para conocer los movimientos en la iglesia y los horarios de las misas. Además, poco antes del crimen en la Catedral, según relatos de testigos, Orias habría ingresado a la librería Colón, ubicada en las inmediaciones de la Plaza de Armas, exigiendo una hoja de papel. Los encargados del local se asustaron por su violenta petición y le preguntaron para qué la quería: “Para mandar un mensaje. Pronto sabrán de mí”, respondió. También, por esos mismos días, Rodrigo llamó a su familia y les dijo que vendieran sus pertenencias. Ya no las necesitaría pues no iba a regresar a Coyhaique. Su madre trató de saber donde estaba. ‘El Respi’ cortó la comunicación.

En la casona de García Reyes dejó de ser visto el día antes del crimen. En su habitación la policía encontró una cruz invertida, sábanas negras, un cuerno de carnero, un pentagrama metálico, una navaja, muchos discos de Black Metal y fotos en que aparece bailando alrededor de una fogata. Pero lo que más llama la atención a la policía es un manuscrito de una carilla. Allí se declara ex católico y escribió su declaración de principios: “Tú, que bautizas de odio, maldad y lujuria a nuestros progenitores (…) Rechazo lo que se llama cristianismo, que se cree dueño de la verdad. Bautizas a tus bestias que te acompañan en el trono de esas semillas que algunos fuéramos cristianos (…) Porque siempre te quisieron conocer, dándote don. Quizás de destrucción a la vida y de amor a la oscuridad. Algún demonio, Satanás”.

EL MARQUÉS DEL INFIERNO

En la nomenclatura demonológica, Orias significa “el demonio (ángel caído) de los astrólogos y adivinos, gran marqués del imperio infernal que se muestra en la forma de un león furioso montado en un enorme caballo con cola de serpiente”. Es probable que ‘El Respi’ supiese de esto, y que esa leyenda le diera fuerzas para actuar.

Según quienes lo conocieron en Coyhaique, cuando pequeño Rodrigo era un niño tranquilo que gustaba jugar al fútbol. Su familia está conformada por Víctor Hugo Orias, estafeta del Servicio de Salud de Aysén, María Gallardo y tres hermanos menores. Todos católicos practicantes.

La metamorfosis de Rodrigo Orias puede haber comenzado cuando repitió Segundo Medio en el Liceo Agrícola donde se tituló como técnico en esa especialidad. En esos años Orias se hizo adicto del Black Metal, la banda de sonido que lo inspiraría a cometer el brutal crimen. Junto a varios amigos, formó el grupo “In carne Satán”, del que era líder, vocalista y guitarrista. Allí hizo sus primeros alardes serios de adoración al demonio.

Tal era su compromiso ideológico con esa música, que se tatuó el nombre de banda preferida: Deicide, punta de lanza del poco conocido género musical que sin tener gran difusión, ni ser una moda generalizada, se ha hecho mundialmente famoso por suicidios, quemas de iglesias, asesinatos entre amigos y constantes declaraciones satánicas y anticristianas de sus líderes. De hecho, antes de su muerte Euronymus, uno de los íconos del movimiento, dejó la siguiente frase perturbadora: “No necesitamos más bandas de Black Metal, necesitamos terroristas”.

Desde 1993 en Noruega existe una organización armada denominada el “Inner Circle”, destinada a controlar a quienes se dicen satanistas para guiarlos en la “misión” de erradicar el cristianismo de ese país. Los que no están en su línea, son perseguidos y eliminados.

Varg Vikernes, líder de la organización, cumple condena por asesinato. De sus seguidores en todo el mundo recibe cerca de 100 cartas semanales. Planea influenciar a los jóvenes para que la doctrina cristiana no les “lave la cabeza”, y en prisión predice que las nuevas generaciones crearán una nueva moral “pagana”.

Una de las canciones del grupo norteamericano Deicide, la banda que más caló en la enrarecida conciencia de ‘El Respi’, es el hit “Kill the Christians”, que dice más o menos así: Armies of darkness unite/Destroy their temples and churches with fire/ Satan wants you dead / Kill the christian, kill the christian (Ejércitos de la oscuridad unidos/destruye sus templos e iglesias con fuego/Satán los quiere muertos/Mata a los cristianos…)

Ese mismo satanismo envuelto en melodías poderosas, es aquel que hasta hoy tiene mucha recepción es las oscuras y frías tierras de Coyhaique, lugar de donde proviene Orias y donde todavía son investigadas por la jueza Alicia Araneda, las extrañas muertes de 12 jóvenes, curiosamente todos ellos vinculados al movimiento Black Metal.

FUTURO NEGRO

Muchas teorías intentan explicar las motivaciones de Rodrigo Orias - arriesga penas desde 15 años hasta cadena perpetua- para asesinar al sacerdote Gazziero. Se especuló con un vínculo sanguíneo entre ambos, ya que ‘El Respi’ es hijo de padre desconocido y nació poco después que el párroco italiano viajara a Santiago. La jueza Verónica Sabaj –quien investiga el crimen- solicitó exámenes de ADN para descartar tal posibilidad.

El propio Orias, detenido en el Hospital de la ex Penitenciaría, descartó el viernes ante la jueza cualquier relación con Gazziero: “fui impulsado por una fuerza profunda de que esto tenía que hacerlo. Para esto me vine a Santiago, pero sin destino determinado a quién”.

Tras descubrir que no era hijo biológico de sus cristianos padres, motivado por su profundo odio hacia los católicos y su amor incondicional a Satán, Orias escribió su página más oscura. Y no se arrepiente. El sacrificio está cumplido. LND

Friday, July 15, 2005


NO QUIERO
Historias que se alejan
noche que aún no es noche.
Moscas en invierno
colgador sin ropa (y colgando)
el diario de ayer
cajas vacías
ropa sucia
un lápiz roto
el farol tapado por el árbol
una radio sin pilas
una silla rota
polvillo de incienso
esperma de una vela
fósforos quemados
lavar el auto
lustrar los zapatos
(mi risa en estado de coma)
un dulce con pelos
hasta la mejor canción se acaba.

Ventanas sucias
(falta de iniciativa)
una mujer queriendo amar
el perro muerto en la cuneta
un soldado asustado
el hombre con cara de na-da
los recuerdos populares
un ascensor malo
el piso mojado
la luz roja del semáforo
la palabra todos
la primera fumada
algunas conversaciones
una madre llorando a su hijo muerto
pescado podrido
cerveza desvanecida
desperdiciar la saliva
dolor de muelas
(ausencia de esperanzas)
la bendición de un nazi
(Jesús llorando por mí, justo ahora)
maestro sin aprendiz
caerse de la escalera
luchar ya sin querer ganar
(sueños optimistas)
los pájaros cacareando
cuando recién te estás acostando.


Dolor de espalda
escuchar a un mentiroso
y tratar de entender el porque
(los días que se fueron y el amor inexistente)
la hora de once
acostarse a pensar
la soledad acompañada
pantalones largos
el timbre del teléfono a las 4 de la mañana
observar sin esperar respuesta
abrigarse y acalorarse
(sentir que estas riendo cuando estas muriendo)
y el sonido del cuchillo acariciando un plato.