Wednesday, January 17, 2007


ENTREVISTA A GABRIEL SALAZAR, PREMIO NACIONAL DE HISTORIA
El historiador de los perdedores
Entre el galardón que acaba de ganar y los combos que le ofreció el empresario Max Marambio, cuando le quitaron todo poder en la Arcis, está este profesor que habla en el mismo lenguaje que sus alumnos y cuyo padre fue lavaplatos en el Club de la Unión. Salazar vive en La Reina, compra en el Jumbo y dice que “la lucha de clases ya no está en la calle, sino dentro de cada uno”.
Franco Fasola
Nación Domingo
Por la Facultad de Filosofía y Humanidades de la Universidad de Chile, donde los chascones estudiantes de Historia comen pan con palta e instalan una feria donde venden discos y libros, se pasea Gabriel Salazar (70), quien acaba de recibir el Premio Nacional de Historia por la incorporación de los excluidos al devenir histórico.
Si el premio se lo hubiesen entregado en otro momento, Salazar estaría rodeado de sus alumnos de la Universidad Arcis, pero la historia no dirá eso. Según cuenta el autor de “Labradores, peones y proletarios”, este año el empresario y amigo de Fidel Castro, Max Marambio, dio un sorpresivo golpe de Estado para controlar toda la universidad. “Reventaron a Tomás Moulian, a Jorge Arrate, cambiaron a los vicerrectores. Todo esto a través de métodos muy poco dialogados. Hubo criterios empresariales, pero con métodos que te recuerdan el stalinismo”. Incluso lo culparon de agitar las masas e incentivar las movilizaciones que bloquearon hace un tiempo a la Arcis.
“Ellos quedaron muy molestos cuando les dije que sus métodos eran propios del gangsterismo de izquierda. Hasta el día de hoy eso les duele”, piensa Salazar, quien hace un tiempo fue despojado del cargo de Decano luego de 21 años de trabajo, ofreciéndole hacer clases boleteando y por semestre.
“Incluso Max Marambio, en plena reunión de directorio, me amenazó con botarme todos los dientes. Fue una cosa de locos”, recuerda.

HIJO DE UN LAVAPLATOS
Hijo de Benito y Laura, su padre era cargador de sacos de trigo en un Fundo de Colchagua. Las malas condiciones laborales lo trajeron a Santiago, donde el padre del propulsor de la historia social lavó platos en el Club de la Unión, fue ascensorista en el edificio de Gath y Chávez y copero en casas de familias distinguidas. Criado en una población de Vivaceta y rodeado de potreros que se fueron llenando de poblaciones callampa, cerca de la cárcel y la isla de los hampones del Mapocho, se fue forjando este hombre que fue el único en su familia en estudiar en la universidad.
Hoy Salazar vive en la comuna de La Reina y hace sus compras en el farandulero Jumbo de Bilbao. “Ni tonto para ir a otra parte. Según el cuerpo B de “El Mercurio”, que es el único que no miente, porque es Economía y Negocios, ese supermercado es el que más vende en Chile”.
-¿Cómo es su relación con la modernidad neoliberal?
-Ir al Jumbo o al Homecenter no dice nada sobre los problemas de relaciones humanas que se están viviendo. Meter Plazas Oeste, supercarreteras y Lider por todas partes está ocultando la miseria de las relaciones. Y la pobreza no pasa por tener o no televisor o auto: pasa por tener o no tener futuro. Las cosas se pueden conseguir. Lo terrible es no saber si vas a contar con cobertura de salud cuando estés más viejo. Eso es lo que el PNUD llama ese “malestar subjetivo de la ciudadanía”-, dice Salazar mientras recuerda a su hijo, un ingeniero químico con doctorados en Inglaterra y que aquí no tiene trabajo.
-¿La falta de futuro es la gran característica de nuestras clases populares del siglo XXI?
- Yo creo. Es la inseguridad del futuro. En Chile hay un setenta por ciento de pobres en función del futuro que tienen. Eso te obliga a estar husmeando en todas direcciones y por eso hay un 48 por ciento de neuróticos en este país.
-¿Ve televisión?
-Veo tele. Comienzo a verla con los noticiarios de las nueve. No creo que sea un medio rector de las relaciones humanas. Es cierto que induce ciertas actitudes como la moda, pero no de las relaciones, que se tejen por las condiciones reales de tu vida: tu tipo de trabajo, si tienes recursos suficientes para financiar tu familia, si eres un buen proveedor, que tus hijos te respeten y que logres una compañera ideal. Si tú eres exitoso en eso, entonces te das el gusto de ser generoso con otros. La tele es una vía de escape que te entretiene y te hace olvidar un poco tu verdadera realidad.

GOBIERNO CIUDADANO
-¿Como ve el paradigma del gobierno ciudadano que presenta Michelle Bachelet?
- Creo que tiene mucho sentido simbólico. La ciudadanía tiene muy poca credibilidad en la política y por eso busca soluciones por sí misma. La sociedad civil y los sectores más afectados por este modelo, están tomando decisiones propias por su cuenta y riesgo. Lo que hace Bachelet es simbólico, porque su discurso de fondo prioriza llamar a las comisiones que ella designa. Son discursos con buenas intenciones, pero que a la larga son fariseos. Hay una participación consultiva, que no surge espontáneamente. Y mientras funcionan estas comisiones, a las movilizaciones ciudadanas nadie les da boleto.
-¿Qué pasó con la lucha de clases? ¿existe todavía?
- Antes el conflicto era tan objetivo y estructural que se daba en la calle. Hoy, el gallo que no encuentra pega tiene el conflicto adentro, porque lo asume como un fracaso personal. Eugenio Tironi alguna vez dijo que ya no había lucha de clases, pero el asunto es más complejo. La lucha de clases ya no está en la calle, está dentro de cada uno. El conflicto hoy está entre el individuo y el mercado.
-En Chile la historia está escrita por los ganadores, pero usted la estudia desde los perdedores ¿siente que el premio de alguna manera legitima su punto de vista?
-Los ganadores escriben la historia y establecen un patrón clásico que después se reproduce. Los que se han planteado desde la perspectiva de los perdedores siempre son criticados por no ser objetivistas, que no hacen ciencia. Yo he sido muy cuidadoso en escribir la historia de los perdedores como ciencia objetiva.

UNIVERSIDAD CÁRCEL
Y Salazar sabe ser un perdedor. Detenido en Villa Grimaldi, Tres y Cuatro Álamos entre 1975 y 1976, dictó un curso de Historia a prisioneros tan notables como José Zalaquett y José Carrasco, que luego se convertiría en “El desarrollo del capitalismo en Chile”. “Eran como 15 o 20 personas. Hacíamos las clases mañana por medio, se tomaban apuntes. Yo estaba lleno de información nueva y ellos me sugirieron hacer un texto. Carrasco me pasó una máquina de escribir chica y cuando apagaban las luces, me ponía una frazada en la cabeza y escribía”.
-¿Por qué lo detuvieron?
- Estaba conectado con la cúpula del MIR. El comité central, integrado por Nelson Gutiérrez, Andrés Pascal Allende y casi toda la comisión política estaban viviendo juntos los tontos, en una parcela de Malloco. Un informe que hice fue interceptado, torturaron a la gente que vivía en mi casa-buzón, luego me detuvieron y me torturaron.
- ¿Cómo lo afectó la experiencia de la tortura en su trabajo posterior?
-Lo que más me marcó fue lo absurdo de toda la situación. Más que el dolor, el absurdo que alguien te tenga amarrado en un catre de fierro y te esté pateando. Es una locura humana. La tortura sirvió para conocerme a mí mismo ¿cachai? Hasta donde puedo resistir, qué grado de dignidad tengo y luego cómo integrar toda esa experiencia en tu personalidad de manera que sea positiva. El doctor Patricio Bustos me enseñó, en la misma Villa Grimaldi, que la mejor manera de superarlo era ayudando a los otros. Eso me impactó profundamente. Fue como renacer.

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